RSO 20/07/2022.- Por Jhon Barela.- “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 El mismo era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas fueron hechas por él; y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 14 Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:1-3; 14).
Este es el texto definitivo sobre la encarnación divina, cuando “Dios (que recubrió su Espíritu con una carne humana) estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Corintios 5:19), y la riqueza de la verdad implícita en él está más allá comprensión humana. Nunca podremos comprender cómo el Dios infinito pudo convertirse en hombre finito, pero donde falla el intelecto, prevalece la fe.
Fue el Verbo quien “era Dios” y por quien “todas las cosas fueron hechas” (Juan 1:1, 3), sin embargo, Él hizo Su propio cuerpo humano, en el vientre de María, y allí “habitó entre nosotros” por 33 años. La palabra griega aquí para “habitar” es inusual, literalmente significa “tabernáculo (tabernáculo es una tienda)”.
¿Cómo podría ser esto? “Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16). Este es, en verdad, un gran misterio, “pero para Dios todo es posible” (Mateo 19:26). Dios hizo un cuerpo para Adán; seguramente Él también podría hacer un cuerpo perfecto en el cual Él mismo pudiera “tabernáculo”. Fue hecho “en semejanza de carne de pecado” (Romanos 8:3) y “fue tentado en todo [es decir, probado] según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Puesto que “Dios no puede ser tentado por el mal” (Santiago 1:13), y puesto que el Verbo, que era Dios, estaba meramente viviendo en semejanza de carne de pecado, esta prueba era para demostrar al mundo (no a sí mismo) que Él estaba sin pecado y por lo tanto podía salvar a los pecadores. Por lo tanto, Juan pudo testificar: “¡Vimos su gloria!”.
Nuestro Señor Jesucristo es, de hecho, verdadero hombre, de hecho, Él es hombre como Dios quiso que el hombre fuera. Sin embargo, ni en el vientre de María, ni en la cruz, dejó de ser Dios.
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